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El delito de informar en Internet

19 enero 2010 1 comentario

Reflexión sobre ‘Ni respeto ni silencio‘, artículo de JuanLuís Cebrián  en El País publicado el pasado 10 de enero:

A finales de diciembre de 2009, la justicia volvió a jugarle una mala pasada al periodismo español. El juez Ricardo Rodríguez Fernández, titular del Juzgado de lo Penal número 16 de Madrid, emitió una sentencia en la que condenaba al director de la Cadena SER, Daniel Anido, y al director de informativos de la cadena, Rodolfo Irago, a un año y nueve meses de prisión y a las penas accesorias de «inhabilitación especial para la dirección de medios de comunicación y el ejercicio de la actividad de periodistas» y a «inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo» durante el tiempo que dure la pena privativa de libertad impuesta, según informó la página Web de la emisora el 23 de diciembre. El supuesto delito que cometieron estos periodistas fue publicar en dicha Web una lista de militantes del Parido Popular de Villaviciosa de Odón que se afiliaron de manera irregular al mismo.

Los periodistas condenados

Los periodistas acusados. / Elblogferoz.com

El juez argumenta en la sentencia que la protección constitucional sobre el derecho a la información libre se refiere a televisión, radio y prensa escrita, y que Internet no es un medio de comunicación al uso. Además, habla de «revelación de secretos«, de una vulneración en la intimidad de las personas implicadas. En su escrito, Juan Luís Cebrián, arremete contra esta decisión del juez con varios argumentos fundamentales:

-«El deber profesional y ético de todo periodista es revelar secretos, sobre todo cuando sirve para desenmascarar los excesos del poder»: El periodista es un investigador y debe dar a conocer todo aquello que sea irregular y pueda afectar de manera nociva a la vida pública, como ocurre en este caso. No es de recibo permitir que se produzcan irregularidades en un partido político, organismo del que puede depender gran parte de la vida de los ciudadanos. En cuanto a lo de «revelar secretos», ¿en realidad estos periodistas revelaron algún secreto? Considero que no. La afiliación política a un partido no puede ser secreta, puesto que implica participación en la vida pública y un partido recibe votos de determinada parte de la sociedad, la cual merece un respeto y total transparencia.

-«Puedo estar de acuerdo con él en que Internet no es, en sí misma, un medio de comunicación social, pero las páginas web que a través de ella se difunden sí lo son»: De acuerdo, Internet no es un medio de comunicación, cumple muchísimas más funciones. Pero sí es cierto que para que se cumplan todas esas funciones debe existir comunicación, un intercambio de información, y es en los portales Web de los medios donde se produce gran parte de ese intercambio. Además, ¿no se exige a los periodistas inmediatez para las noticias? Pues no hay mejor medio para ello que Internet, más cuando, en un caso como este, la información es veraz, rigurosamente contrastada.

Esperemos que, tras recurrir los periodistas acusados esta «sentencia», todo se solucione por el bien del periodismo y de la libertad de información. Esperemos, también, que en un tiempo no muy lejano se complete el vacío legal que hay sobre la consideración de Internet como medio de comunicación, algo urgente y vital.

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Una fuente y un dilema

Si en el post anterior se hablaba del escándalo Watergate, éste tratará de una interesante historia que tiene como protagonista el programa «60 minutes» (60 Minutos) de la CBS, uno de los frutos del periodismo de investigación que dieron a luz Bob Woodward y Carl Bernstein.

En el año 1993, Jeffrey Wigand, un alto ejecutivo y científico de la empresa tabacalera «Brown and Willliamson«, es despedido de la misma con un contrato de confidencialidad que le obliga a callar sobre el modo de trabajar de la empresa (la dosis de nicotina que introducían en los cigarrillos tenía efectos característicos de una droga) a cambio de mantener una determinada estabilidad económica en su familia. Lowell Bergman, productor de 60 minutos por aquellos años, se pone en contacto con Wigand y descubre que tiene algo importante que contar, pero éste se muestra reticente a ello por la seguridad de su familia. Tras varias conversaciones, Wigand le concede una entrevista para el programa y en ella cuenta la manipulación de la nicotina en Brown and Williamson, lo que desemboca en un ataque de la empresa tabacalera a la vida personal de su ex-empleado. Con la entrevista grabada, la CBS se niega a emitirla sometida a presión por la propia empresa de tabaco, lo que obliga a Bergman a luchar por su lealtad hacia su fuente, involucrada en un auténtico infierno. Finalmente, la entrevista se emite y el público americano conoce el fraude de Brown y Williamson, pero la vida de Jeffrey Wigand ya está destrozada.

Desde el punto de vista periodístico, puede surgir la siguiente cuestión: ¿Debe un periodista dejar de lado un caso importante si su principal fuente puede ver afectada su vida personal? Esta pregunta es de difícil respuesta y seguramente existirán muchas opiniones diversas. Mi respuesta es . El hecho de ser periodista no concede un rango distinto al de un ser humano raso, por lo que en un caso como éste no prima la información, si no la integridad de la persona que nos la proporciona, sin importar si finalmente nos la dará o no, ya que es decisión suya. En el caso de Bergman y Wigand, si el primero no hubiera insistido un poco, quizás el segundo continuaría con su vida. Es cierto que jamás se hubiera descubierto el fraude de la tabacalera, que incurre en la salud pública, pero considero que, ante todo, está la persona. Siempre se puede buscar otra vía, pero para satisfacer a X (a un tercero, a la sociedad o a uno mismo) hay que intentar no fastidiar a Y.

Este historia fue llevada al cine en 1999 por el director Michael Mann. Bajo el título «The Insider» (El Dilema), Russell Crowe encarna a Jeffrey Wigand y Al Pacino a Lowell Bergman en un film que narra con bastante fidelidad los hechos.

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Woodward, Bernstein y Felt

El escándalo Watergate es uno de los hitos más importantes de la historia del periodismo. Los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, del Washington Post, destaparon una gran red de corrupción política del gobierno de Nixon en 1972 que acabó con la dimisión del presidente en 1974. Hasta hoy, mucho se ha hablado del caso Watergate, un hecho que supuso el inicio de lo que comúnmente se denomina «periodismo de investigación», aquél que muchos consideran el periodismo real.

Para sacar a la luz todo el entramado que componía este escándalo, Woobdard y Bernstein tuvieron que consultar una gran cantidad de fuentes que, en su mayoría, tenían difícil accesibilidad. Contactaron con políticos, con contactos propios y anónimos como Garganta Profunda, extrajeron información de documentos oficiales como la lista de los trabajadores del comité de reelección del presidente Nixon… Volcaron sus vidas en averiguar qué estaba detrás de todo aquel entramado de corrupción. Y les dió resultado. En el tratamiento de las fuentes informativas, ambos periodistas supieron desenvolverse correctamente. Hicieron un buen uso del sentido de la observación con sus fuentes potenciales y siempre procuraron tratar a la gente cara a cara (aunque, por supuesto, también recurrían al teléfono en incontables ocasiones). No cayeron en trampas y siempre se preocuparon por contrastar la información que les llegaba, puesto que sus superiores en el Washington Post andaban tras sus pasos preocupándose de que no erraran, dada la gravedad del asunto que llevaban entre manos y que no les convencía el uso de una fuente de información anónima. Un error mínimamente grave hubiera sido fatal.

En 2005, 33 años después del escándalo Watergate, Garganta Profunda reveló su verdadera identidad en la revista Vanity Fair. Su nombre era Mark Felt y, con 91 años, vivía en California con su hija y su nieto. Mientras Woodward y Bernstein publicaban artículos y repotajes en el Washington Post sobre el Watergate, Felt era el número dos del FBI y un gran amigo de Woodward. Tras la muerte de John Edgar Hoover, el director del FBI, Felt aspiraba a ser su sucesor, pero Nixon prefirió designar como mandatario a Patrick Gray, un hombre fuera de las filas del cuerpo. Existe un debate sobre si Felt, fallecido en diciembre de 2008, suministró información a los periodistas para conseguir la caída de Nixon y vengarse o, por otro lado, cumplía con su deber. ¿Alguien puede pensar que Garganta Profunda utilizó a Boobward y Bernstein para saldar cuentas con Nixon? ¿Puede el mayor logro periodístico de la historia ser fruto de un sentimiento de venganza? En mi opinión, sinceramente, no. Más allá del desprecio que Felt sintiera hacia el presidente Nixon, Garganta Profunda debe ser considerado como un héroe justiciero más del escándalo Watergate, puesto que no sólo acabó con la carrera del gobernador, también con la de muchos miembros políticos involucrados en la red de corrupción. ¿No es el deber de un miembro del FBI velar por la justicia?

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